posesion?

La siguiente es una historia verídica ocurrida aproximadamente la tarde del 25 de agosto del 2006.


Todas las semanas Laura concurría a la casa de mi padre. Esta enfermera de pies había sido recomendada por el médico para realizar un cuidado periódico de las extremidades ya desgastadas por el uso cotidiano. Su tarea era algo delicada, debía cortar cuidadosamente cada una de las uñas que tienen la tendencia natural a encarnarse y lastimar la delicada carne de los dedos. Sin el tratamiento correcto el paciente sufre dolores insoportables, si no se soluciona a tiempo la gangrena gana el sector y la única solución es la amputación.
Nunca a nadie había llamado la atención el comportamiento de la podóloga, siempre fue muy amable y correcta. Una tarde cualquiera se presentó dispuesta a realizar sus quehaceres semanales. En la casa se encontraban mis dos hermanas, mi madre y mi padre, todos en habitaciones separadas. Laura fue atendida por mi hermana menor quien la condujo hacia los aposentos de mi padre. El estaba descansando, así que no se percato de nada y de nada sirvieron sus testimonios para generar este relato.
Entraron en la habitación, y la enfermera se dispuso a conectar sus herramientas eléctricas para realizar el tratamiento, pero los cables no llegaban. Iban a necesitar una extensión eléctrica. Mi hermanilla sugirió trasladar las herramientas a otro toma, a lo que Laura respondió con un balbuceo incomprensible. Al darse vuelta para observarla, noto que la miraba fijamente. Los ojos bien abiertos, sin parpadear, las pupilas dilatadas. Puso sus brazos al costado de su cuerpo y comenzó a realizar un movimiento de péndulo humanamente improbable. Mientras seguía “hablando” o balbuceando, no podía entenderse lo que decía, si tenía sentido o no.

Lo primero que se me ocurrió cuando me relataron esta historia fue pensar en un ataque de epilepsia, pero luego de investigar un poco tuve que descartar esta hipótesis, prácticamente ninguno de estos síntomas coincidía.

Aterrorizada, se acercó y le preguntó si se sentía bien. No obtuvo respuesta, solo una mirada fija, siempre pronunciado palabras incomprensibles. El movimiento pendular no cesaba y comenzaba a acrecentarse. En ese momento mi otra hermana escucho los gritos e ingreso en la habitación. La enfermera giro derepente su cabeza y la miro fijamente. Las dos testigos huyeron corriendo a llamar a mi madre. Cuando regresaron todo parecía haber vuelto a la normalidad. La increparon sobre su extraño comportamiento pero ella parecía no recordar nada. Nadie se atrevió a acompañarla hasta la puerta. La mujer dio un portazo y se fue muy enfadada por haber venido desde lejos y no haber podido hacerle los pies a su paciente ni recibir su paga.