Todas las semanas Laura concurría a la casa de mi padre. Esta enfermera de pies había sido recomendada por el médico para realizar un cuidado periódico de las extremidades ya desgastadas por el uso cotidiano. Su tarea era algo delicada, debía cortar cuidadosamente cada una de las uñas que tienen la tendencia natural a encarnarse y lastimar la delicada carne de los dedos. Sin el tratamiento correcto el paciente sufre dolores insoportables, si no se soluciona a tiempo la gangrena gana el sector y la única solución es la amputación.
Nunca a nadie había llamado la atención el comportamiento de la podóloga, siempre fue muy amable y correcta. Una tarde cualquiera se presentó dispuesta a realizar sus quehaceres semanales. En la casa se encontraban mis dos hermanas, mi madre y mi padre, todos en habitaciones separadas. Laura fue atendida por mi hermana menor quien la condujo hacia los aposentos de mi padre. El estaba descansando, así que no se percato de nada y de nada sirvieron sus testimonios para generar este relato.
Entraron en la habitación, y la enfermera se dispuso a conectar sus herramientas eléctricas para

Lo primero que se me ocurrió cuando me relataron esta historia fue pensar en un ataque de epilepsia, pero luego de investigar un poco tuve que descartar esta hipótesis, prácticamente ninguno de estos síntomas coincidía.
Aterrorizada, se acercó y le preguntó si se sentía bien. No obtuvo respuesta, solo una mirada fija,
