La peor traición que un hombre pueda padecer, esa fue la que me hiciste vivir. ¿Vos te hacías llamar amigo? Con lo que yo la quiero…
Las remembranzas de un llorón. No, el tipo no nos debía el más mínimo respeto. Si yo fuera el acusado me alegraría mientras me miro las uñas. Ser un ángel, una victima de la maldad, eso es innecesario. Pasa todo el tiempo.
La peor traición, sin embargo, es la traición a uno mismo. Haciendo lo peor porque los demás lo hacen, calculando mal el salto y quedando como boludos. Ahí nos damos la patada en el culo solitos, tropezamos y listo. Hecho.
Después de los veinticinco un hombre es lo que salva de su naufragio. Cualquier escritor los traicionaría por una idea así. Es idea de un escritor argentino, Abelardo Castillo, admirador de otro gran escritor que se llamaba Edgard Poe.
Digo los veinticinco años porque ahí se esta abandonando la juventud últimamente.
A esa edad, si se afina el oído se escucha el ruido de las esperanzas de hombres que pasaron por tu traje antes que vos. Se cayeron, esos tipos ni siquiera perdieron. Algunos querían ser abogados, otros no y lo fueron igual. Son estos que pasan con la panza colgando y el cerebro frito en mierda.
Yo prefiero que esa puta se quede con vos, la vas a pasar bien…
Chau, Roberto.

Enviado por Nanny Cornoel